Despertarme cada día con una
sonrisa que ilumine mi rostro;
saludar el nuevo día con veneración
por la oportunidad que trae consigo;
asumir mi trabajo con honradez;
a los hombres y a las mujeres
con risa en mis labios
y amor en mi corazón.
Ser cortés, amable y gentil
todo el tiempo;
exigir siempre lo mejor de mí,
para, incluso, hacer de las
cosas pequeñas el máximo propósito
por el cual me esfuerzo día a día.
Aguardar la noche con la fatiga
que siempre anhela el sueño
y con la satisfacción que
deja el trabajo bien hecho.
Así es como deseo pasar los
largos días de mi existencia.