Hemos experimentado eventos masivos de rechazo protagonizados por una parte de la ciudadanía hacia un sistema gubernamental corrupto cuyas principales acciones no se concentraban en favorecer a la población sino al contrario. El rechazo a tales actos motivó una unidad multisectorial inusitada que ha motivado la esperanza de muchos ciudadanos. Sin embargo, estos movimientos sociales de rechazo tan sólo representan la primera fase de la primavera anhelada, es necesario ir más allá.
Las manifestaciones masivas realizadas en línea y presencialmente son sólo el inicio de algo más trascendental, íntimo y perdurable.

En efecto, la precipitadamente llamada "primavera chapina" necesita desarrollar una fase nueva en la que la responsabilidad del ciudadano sea apreciada como una tarea única, ineludible y constante.
Así pues, es a través de las actividades diarias de cada ciudadano donde la verdadera primavera se desarrollará o dejará de hacerlo. No necesitamos ningún tipo de héroe que pretenda mejorar el ambiente social en el que vivimos sino que nuestros actos individuales diarios reflejen una actitud renovada evidente, muy diferente a la apatía e inercia de siempre.

En efecto, el cambio social anhelado será alcanzado a pesar de los políticos y gobernantes de turno pues el cambio real radica en la voluntad y prácticas diarias de cada ser humano, no en políticas ni en leyes pasajeras. Por lo que, es necesario la aplicación de principios generales de acción provenientes de la filosofía práctica con el objetivo de realizar el cambio sociopolítico deseado a través de nuestro propio e ineludible cambio.

Esta propuesta cívica personal ofrece los principios de beneficencia, justicia, autonomía, no-maleficencia, y transpresencialidad como herramientas prácticas de cambio.