¡Ayuda! ¿No es lo que diariamente suplica nuestro corazón? ¿No es lo que nuestras agotadas mentes claman? Los matrimonios lo necesitan. Lo suplicaron los ciegos, mancos y leprosos en el tiempo de Jesús. ¡Ayuda! ¡Un milagro! Jesús les extendió su mano a quien lo necesitaba ¿Cómo lo hizo? La biblia no tiene un registro de Jesús motivando a las llamadas con ofrendas voluntarias, Jesús no cargaba agenda ni tenía secretaria. Los enfermos se acercaban y pedían ayuda, un milagro, con la misma intensidad que su cuerpo le pide agua a usted después de la llegada del gimnasio, y de la misma manera como usted tiene misericordia de su garganta, Jesús la tenía por los necesitados. La mejor manera de recibir un favor divino no es hurgándose los bolsillos, es doblando sus rodillas, reconociendo lo que Jesús puede hacer por usted, más de lo que nuestras conciencias son capaces de comprender.
Su necesidad puede convertirse en un milagro, y cada milagro tiene su historia. Dios quiere utilizar su problema para escribir la suya.