Todos seguramente tendremos experiencia de cómo nos cambia la vida cuando contamos con un amigo con el que compartir penas y alegrías. El amigo fiel es, en verdad, un tesoro, una bendición de Dios. Una meta alta y hermosa. ¿Cómo alcanzarla? El cristiano conoce el camino: imitar a Jesús, el Maestro de Nazaret, que ya no nos llama siervos, sino amigos. Él ha dejado expedito el camino con la entrega de su propia vida. Quien siga sus pasos descubrirá que la amistad es, en verdad, un don de Dios, un verdadero tesoro.