¿De qué hablamos cuando mencionamos a las brujas de Zugarramurdi? ¿Quién era considerado brujo o bruja por sus vecinos en tiempo de nuestros ancestros? ¿Por qué el Estado y la Iglesia creyeron al filo de 1600 que había que perseguirles con saña judicial? ¿Por qué la Inquisición española hizo seguidismo de la caza de brujas llevada a cabo por el Estado francés al otro lado de los Pirineos? ¿Qué acontecimientos sucedieron para que comenzara una cruel cacería en la línea pirenaica occidental a comienzos del siglo XVII? ¿Por qué dos inquisidores de Logroño llegaron a inventar el vocablo "aquelarre" para atribuírselo a la "brujería" de aquella gente? ¿Qué representó en todo ello la aldea navarra de Zugarramurdi? ¿Cómo se extendió por toda la cuenca del Bidasoa y Baztán un auténtico terror entre la población de habla vascuence hasta el punto de diseñarse una especie de solución final? ¿A quién aprovechó todo aquel terror?
A estas y otras preguntas responde con rigor esta investigación histórica que, además de describir el complejo proceso, da cuenta de cómo uno de los inquisidores del caso, Alonso Salazar y Frías, llegó a revisar el caso y a la conclusión de que todo aquello había sido un delirio de los propios inquisidores, hasta lograr que la Inquisición promoviese en 1614 un contrito mea culpa con el que se acabaron para siempre en España las hogueras judiciales donde quemar brujas y brujos, mientras en toda Europa y América arderían aún durante un siglo más.