Sin juicios fáciles, sin las estridencias de la crónica roja, estas
catorce historias nos cautivan y nos inquietan al mismo tiempo; se
trata, al fin y al cabo, de mujeres llevadas al límite
de tener que suprimir una vida para seguir viviendo. «Es raro, pero yo
no podía vivir si ella también estaba viva», dice una de ellas, asesina
de su madre. En esas palabras simples, inapelables, yace la respuesta a
un interrogante: por qué vieron en la eliminación del otro la única
salida.
La prosa de Marisa Grinstein -magistral en la construcción de un
suspenso que no cesa hasta el final- realimenta así la perturbadora
fascinación que ejerce la figura de la mujer criminal y procura
descifrar un enigma femenino y, en definitiva, humano.