Una novela dedicada a todas las abogadas de América Latina.
Fue la tarde del 14 de febrero de 1970. De esos días que parecen dibujados por la mano del creador en tiempo real. El cielo estaba celeste y pocas nubes, con figuras redondas y curiosas lo decoraban. Eran como rostros dibujados en el cielo que sonreían hacia la ciudad más grande del continente americano. La Ciudad de México. Fue el lugar que escucho llorar por primera vez a la pequeña Lucía. Gotas de lluvia que brillaban por el resplandor que les propinaban los rayos del sol, se veían estallar al chocar contra los techos de los edificios y de las vecindades más pobres en Iztapalapa. La delegación más pobre del Distrito Federal.